Una bala.
Amanece a las 10:54 para mi. Mi cuarto tiene poca iluminación natural porque decidí ponerle cortinas oscuras que mitiguen la luz solar y así no me perturbe el sueño. Mi cabello naturalmente alocado cae delante de mis ojos, no lo corto desde hace un año. Una vez ella dijo que le gustaban los chicos de cabello largo. Me siento al borde la cama con los ojos pesados entreabiertos, aún el sueño predomina en mí y sé que si vuelvo a recostarme, soy capaz de dormir hasta la hora del almuerzo. Pero si lo hago, nadie cocinaría por mí y ya serían dos comidas omitidas en el día y eso no le haría bien a mi frágil estómago. Una vez ella dijo que le gustaba ayunar hasta el medio día. Así que me pongo de pie y aún hurgándome los ojos para sacar las legañas alojadas en mis carúnculas, camino hacia la puerta para abrirla y dirigirme al baño. Olvidé la toalla. Regreso por la misma y ahora si me dirijo al baño con toda la intención de lavarme la boca y darme una ducha. El agua está muy caliente y sin dar