Cuando...



Supongo que la razón ya está perdida cuando regreso sin sentido alguno para ver sus fotos. Algunas de ellas sin sentido alguno más que el exhibicionismo y sentirse seguida. 

Sentirse exactamente por encima del agua, dejándote arrastrar mientras miras directo a las nubes que se mueven en el cielo. Podrías pensar en ella horas de horas, solo recordando su rostro cercano al tuyo. Sientes que estás por caminando por encima del agua y con los zapatos más cómodos que has podido usar en toda tu vida. 

Cuando no resulta todo lo que pensabas y simplemente acabas viendo fantasías que no ocurren nunca o que tienen un final que no es el esperado, cuando ya es más de media noche y no sabes si tus dedos están escribiendo lo que quieres. 

Cuando caminas de noche por una ciudad que no reconoce quienes la habitan, que hay tanto concreto tapándole el alma que es casi imposible comunicarse con ella, cuando la gente que la habita sólo camina por encima sin preguntarse que hay dentro de ese asfalto asfixiante.

Cuando el alma de las personas se desconecta tanto de dónde vienen y tratan de hacer vínculos con gente igual de perdida y desorientada acerca de su origen. Cuando ya nada parece importar, cuando eres solamente tu, el frío y alguna persona que deambula en plena noche.

Cuando ves tu vida pasar como delante de una marquesina y eres parte del espectador que  disgusta de la función. El único espectador. Cuando ves tu vida en matices grises y opacos que hacen más fácil distinguir los buenos momentos que están a color. Tal vez en un cementerio, tal vez en un lugar sin dolor.

Cuando la tinta de tus recuerdos se acaba y empieza a guardarlo a blanco y negro con contrastes tan desatinados que parece todo oscuridad. Cuando te sientes igual de perdido y desconectado que las personas de antes.

Cuando el amor te parte la cara en diez y tratas de recomponerla sin tratar de echarle la culpa a nadie más que a ti mismo, cuando levantas la cara y ves al espejo una tibia sombra de lo que fuiste alguna vez, una sombra que lleva una máscara sin expresión facial. 

Cuando el reflejo es tan desagradable que te desconoces de ti mismo, y por más que aceptes tu falta, ahora todo te faltará, cuando te vuelves una máquina a blanco y negro que fabrica recuerdos intrascendentes que tienen toques de Charles Chaplin haciendo gracias. Pero todo sigue en escala de grises.

Cuando el rostro pierde la expresión que nunca tuvo y se siente más insipiente que nunca, cuando todo lo que pensabas por lo que vivir, ahora parece que te mata lentamente, cuando el agua por la que estabas caminando rompe su tensión y ahora esos zapatos cómodos resultan ser pesados y te arrastran hasta las seis millas profundas del mar.

Cuando sucumbes ante la asfixia del agua, y te da lo mismo vivir y quedarte en el mar. 

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