Paz

Una sola palabra para demostrarte que no es más que un recuerdo olvidado, que exprese un desenfreno de imaginación, que al decirla entiendas por completo la negrura en la que caíste dentro de mi mente. Una vocal tras una consonante seguida de un acento y rematar con una vocal, modificando tu manera de pensar, para que no pienses más en un posible regreso al empinado momento de la gloria. Sintiendo un profundo filo cortando tejidos imaginarios y un poco de cabellos al terminar, un susurro que sea más poderoso que un huracán. Cayendo sobre tus oídos en una noche de lluvia sin luna. Donde las nubes te hagan sentir más a placer, más contenta, más camuflada del mundo en pistola automática, un lugar cálido y húmedo, donde tus zapatillas pisen lodo sin resbalarse, que no tambaleen en cada paso. Que sigan andando con las piernas firmes y musculosas que te pertenecen. Piernas que se explotaron con el respeto de un arqueólogo a una pieza antigua. Clímax divino que hizo temblar el templo, dónde no existen rencores ni tiempos. Dónde la vida pierde sentido, pero a la vez puede dar nuevas. Cuándo cae la razón y solo hay audición para los sonidos casi imperceptibles que son discretos entre tanta bulla terrenal. Dónde nadie nos oye, donde somos invisibles. Tu cuerpo se vuelve poesía pura y esbelta, digna de lectura; cada poro es un punto y aparte, cada célula un aspecto innegable. 

Tu mirada se quebrantó en un abrazo eterno causado por el dolor provocado al órgano rojo carmesí palpitante. No creas que olvidé, solo encajoné el momento del olvido. Aún vive, aún respira. Respira en mi mente cada vez que recuerdo las noches sin voz, de aquellas que morían en tres segundos para volver a empezar. El blanco momentáneo, el sin luz, cuando el mundo desaparece veinte segundos, cuando todo se paraliza, no hay rotación y revolución. 

Entras en paz, paz sin voz.  

No hay paz, no hay paz sin vos. 

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