Sumando gotas.

Ya pasaron algunas semanas del fusilamiento, salgo de la sala de cuidados intensivos.

Nunca contesté el último mensaje porque no sabía a qué podía llevarme, así que intento llevarme a mi mismo a lo que puedo. Compro un perfume y un desodorante porque ya hace varios días que no veo a nadie y no quiero que la primera impresión que tengan sea de alguien derrotado. Compro una prestobarba y crema de afeitar. El vello facial está tan crecido que puedo sentir con mi lengua la grasa natural del cuero cabelludo por encima de mi labio. Aprieto mi lengua contra el bigote para sentir un poco de dolor sensorial, que es mucho mejor que el dolor del alma.

Mi reflejo es una patética expresión del vacío que se siente cuando no quieres hacer nada pero debes hacer algo de todos modos. Así que tomo la espuma que controla un poco la irritación después de analizar las navajas como elemento profundamente punzocortante. Al parecer, el fabricante la pensó para un público objetivo en específico, para que esos desesperados por verse bien no tengan ninguna forma de autolesionarse en el intento; quizá el hijo de perra ganó un premio a la seguridad del producto, pero de esa forma evitó suicidios fáciles por menos de lo que gastas en una Coca-Cola. Así que tomo la espuma que controla la irritación y procedo a aplicarla en mi cara. Ahora mi patética barba, se convierte en una patética expresión de vacío rodeada por espuma que huele a limón rancio.

Acabo rápidamente con ello porque no soporto verme a mi mismo a los ojos, no soporto ver la misma expresión desde que fui fusilado, incluso creo que dejé unos pelos debajo del mentón, pero me es irrelevante, nadie los notará por encima de esa pequeña papada que se va formando por haber visto cinco temporadas seguidas de una comedia que me permitía mantener aislado mi llanto mientras comía papas fritas con Coca-Cola. Hoy estoy pensando mucho en eso, debería tomar una. 

Me da igual la temperatura de la ducha hoy día, solo quiero terminar antes de que sean las 7 para poder tomar un taxi e ir al bar dónde alguien espera. 

- ¡Hola! En realidad pensaba que eras más bajito.
- Al parecer es una sorpresa que te agradó.
- Si, porque de camino en el taxi no estaba segura si era correcto usar tacones. 
- Te quedan muy bien y ese color azul de tu blusa es muy bonito.
- Gracias. Intento que pueda combi... 

Una vez ella dijo que le gustaban las tonalidades azules. 

- Yo creo que lo lograste, hoy te ves bellísima, ¿Vamos a la barra o prefieres una mesa?
- Creo que en la barra podremos estar más cómodos.

Leo el movimiento de ella al sentarse, cruza las piernas y se recuesta con el brazo izquierdo sobre la barra. Ella se afeitó hoy también y la minifalda no se la puso de casualidad. Quiere lucir esas dos torres que tiene por piernas y obviamente una mesa no haría que las note. Es directa, una complicación menos. 

Pedimos las bebidas y ella pide un vaso de whisky con hielo y yo un cuba libre, definitivamente hoy tenía que ser un cuba libre. Intento hablar con ella de cualquier cosa que libere una experiencia que le tome mucho tiempo de contar, hasta que empieza a hablar de su amiga de universidad que tiene un perro y muchos detalles más. Termina la historia y gira su banco para tocarme la pierna como apoyo para bajarse e ir a los servicios, enrumba con una caminata medianamente sensual y antes de entrar por la puerta devuelve la mirada hacia mi y sonríe, con ese tipo de sonrisa que te invita al deseo.

Regresa, acerca su banco más hacia mi y ahora pedimos los mismos tragos pero intercambiados. Menciono uno de los detalles que pude recordar, en la historia anterior no dijo qué carrera estudiaba. Así que ahí va de nuevo, otra historia con muchos detalles. Mientras que noto que en la mesa delante de nosotros hay una mujer muy hermosa pero con la mirada triste y al frente de ella y dándome la espalda, está un tipo mirando a todo lado menos a la guapa que tiene enfrente. Ella de brazos cruzados, él con el brazo izquierdo distendido apoyado en el mueble y con la otra mano llevando el trago a su boca. Ella saca su celular y él intenta ver, no lo logra. Se incorpora pero aún no es capaz de visualizar nada, ella lleva su teléfono por debajo de la mesa. También tenía minifalda, pero ella no estaba en la barra para lucirla. 

El tipo por poco se abalanza sobre ella para quitarle el celular cuando yo volteo la mirada al guardia del bar mientras que la chica emite un gimoteo mezcla de rabia y llanto. El seguridad hace contacto visual conmigo y con un movimiento de la cabeza señalo a la mesa problemática. Se acerca y pregunta si todo bien y el tipo retrocede y se vuelve a sentar mientras que ella afirma con la cabeza. 

Cuando regreso a su historia, ya me va contando que en cuarto año tuvo un profesor complicado que no le comprendía cuando llegaba tarde por no saber estacionar correctamente su auto. Se ríe de su propia torpeza, pone la mano encima de mi pierna nuevamente para sobreactuar su carcajada y es ahí cuando queda a pocos centímetros de mi boca. Llego el momento. Se hacen las 11pm y sus historias parecen no acabar, mejor callarla. 

Luego de un largo silencio que nos transportó a otro lugar más privado, ella vuelve a emitir palabra para elogiarme y quedarse dormida. 

Me quedo mirando al techo porque es la primera vez que me siento reflejado en él: Plano, inerte y sin sensaciones.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Inexplicablemente Inolvidable

Espacio Blanco

Las molestias del mañana se avecinan