Encuentro con la niña.

Tengo un vacío enorme que cubrir, una duda sin respuesta que a veces no me deja dormir.

¿Quién soy?

Me hice esta pregunta miles de veces por año, sin nunca encontrar una respuesta que me convenciera, por tanto intenté divagar varias veces entre tantas suposiciones que me hicieran replantear una y otra vez mis teorías.

Pero un día tuve un sueño demasiado raro.

Yo caminaba solo, me encantaba la vista de la playa. Habia un muelle o algo que se asemeja a un rompeolas o algo roto de por sí. Mucho granizo cerca, granizo de arena y vidrio o quizá era un símil de plástico. 

Han pasado cuatro años de ese sueño, que ya ni lo recuerdo con mucho detalle. Quizá el relato que prosiga sea el que mi memoria trata de recordar, pero añadiendo deliberadamente cosas que no sabe o que no entiende. 

Escuché una voz, la voz de una niña que solo preguntaba por su papá. Me acerqué para intentar ayudarla pero por más que me acercaba, la voz se hacía más tenue. Al acercarme lo suficiente, traté de pegar mi oído a su altura para escuchar lo que decía y es cuando ella se acerca a mí y susurrra: "Estás tan lejos como cuando empezaste a escucharme." Al pestañear, la niña volvía estar a diez metros de mí. Emprendía mi acercamiento, de nuevo.

El sueño se repitió muchas noches, como un bucle en el que durante los días de trabajo escuchaba a la niña repetirme lo mismo, con las mismas palabras, con el mismo tono. Anduve pensando mucho en ello, pero nunca sin una respuesta y me prometía a mí mismo que la siguiente noche que vuelva a verla, la tomaría del brazo para preguntarle algunas cosas y que así no se me escapara ni una vez más.

Esa noche llegó casi dos años después, cuando me encontraba en Brasil durmiendo al costado de la que ahora considero el amor de mi vida. Ese día o esa noche, volví a ver a la niña. Tenía la misma apariencia: Zapatillas negras con pasadores blancos, short de jean y polera de color azul. Pero ese día encontré una similitud que no presentí antes: Se parece a la mujer con la que estoy durmiendo al costado.

Al ver tal similitud, quedé congelado. Su rostro no había cambiado, solo que ahora me parecía mucho más familiar de cuando la vi por vez primera. 

- ¿Qué tratas de decirme ahora? Pregunté.
- Ahora estás un poco más cerca.
- ¿Más cerca de dónde? En mi cabeza no tengo ningún rumbo ahora mismo.
- Te diriges a un lugar, pero cuando llegues entenderás. 
- Es la primera vez que dices algo distinto.
- Si lo hubiese dicho antes, no hubieses entendido.
- ¿Importa el entendimiento del humano de su sueño?
- Eres muy egocéntrico para pensar que tu propio cerebro crea cosas para sorprenderte o retarte a entender. 
- ¿Egocéntrico? Gracias, creo que nos empezamos a conocer.
- La verdad es que ya te conozco desde hace mucho, pero no eres muy interesante que digamos. Raro, sí, pero nada asombroso.

La niña se quedó mirando el rompeolas de piedras, dándome la espalda. Por alguna razón, no quise interrumpirla, así que me quedé viendo también a lo mismo. 

- Tengo que decirte algo muy importante, pero no me lo permiten.
- ¿Quién no te permite?
- Eso requeriría una explicación aún más larga que mi comunicado.
- Solo dí lo que tengas que decir... De todas formas, no me iría de esta playa.
- Hace un clima hostil y hay mucho ruido de metal contra las piedras, se siente como cuando aprietas una bolsa de papas fritas y todo cruje por dentro. Pero, sin embargo, algún día será soleado y escucharás mi voz...

...Hasta que eso suceda, estarás tan lejos como cuando empezaste a escucharme.

Esa mañana desperté preguntándome a mí mismo: ¿Qué acaba de suceder? Bajé al sótano, alisté mi computadora para iniciar mis labores y volví a enfocarme a casi 3 grados de temperatura. ¡Qué grandísimo huevón soñar con una playa! 

Cómo quisiera una playa, en vez de cagarme de frío con dos frazadas encima. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Inexplicablemente Inolvidable

Espacio Blanco

Las molestias del mañana se avecinan