Apretando mentalmente el botón.

A pesar de medir 1.68 y tener una piel blanca con pecas y un cabello rubio que reflejaba todo el sol del medio día, nunca fue que yo me fijé en ella a primera vista. Es más, pasó muy desapercibida ese primer día entre toda la gente nueva que conocí. 

Imagino a ella aterrizando un día de diciembre sin pensar que la siguiente vez que pisará el aeropuerto se irá con una marca indeleble de por vida y que sólo se necesitaron 89 días para cambiarle desde los sentimientos que ella ya tenía arraigados al momento de su llegada hasta hacerla combatir contra su propia moral. 

Al día siguiente que llegó la vi por primera vez, salude cordialmente y la presenté con el grupo. Era una chica más. Quizá estaba destinada a ser solo eso. 

- Hola, ¿Creo que demoré bastante en llegar? - Preguntó ella en inglés con acento alemán.
- ¿Qué tal? La verdad, me parece que no, llegas justo a tiempo. - Respondí en inglés con acento latino.

Fuimos al lugar donde habían otros chicos como ella: Extranjeros animosos con ganas de trabajar con niños que no han tenido muchas oportunidades. Todos hicieron un círculo y empezaron a hablar de sus expectativas y cómo querían llevar las siguientes ocho semanas. Hubieron varias risas, salieron algunos niños y hablaron con los que podían comunicarse en español. Se sintió muy bien, ver a todos ellos apoyando a niños de mi ciudad. No llevaba mucho tiempo haciendo esto, pero le sentí una utilidad enorme de ayudar a organizarlos. 

Me sentí útil y así dejar una vida egocéntrica y por algún momento salir de mi cabeza y mis problemas para mirar a los ojos y mirar los problemas de otros. Sentí en mis manos la capacidad de poder darle a un niño una mejor mañana, un par de horas en que vea que el mundo no es solo su casa o su colegio. Sentí que mi vida de trabajar para gastarlo todo el fin de semana al fin podía acabarse y tener un cierre concreto y claro.

Durante la presentación del grupo a los directores del colegio, tomé una foto de todos ellos recibiendo instrucciones finales para evidenciar la labor de ese día. Cuando empecé a ver si todos se veían alegres en la foto, noté dos cosas de ella que me llamaron la atención: Se había sentado atrás, muy atrás de todos y tenía la mirada perdida enfocando a la nada en el medio de la habitación. 

No le pregunté qué pensaba, yo no tenía esa confianza. Pero me vi a mi mismo en algún momento de mi vida haciendo el mismo gesto de perderme por un momento y lo entendí, no es que ella se sintiese triste o tenga dudas de sí misma o del idioma, era solo que quizá por un momento... 

...ella estaba apretando mentalmente el botón. 

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