Improvisando...

Felicidad

Estoy a unas cuantas horas de la mayoría de edad, según mi partida de nacimiento nací a las 20:47 de un 25 de julio de 1994 en el Hospital que queda en el centro de la ciudad. 

Entonces, improviso. No tengo un borrador previo, no tengo algo preparado para escribir. Dejo llevar la mente con música de fondo y proceso a redactar. 

Hasta ahora mi vida ha tenido de todo: Alegrías, tristezas, sueños vivos, sueños rotos, vida, muerte, tranquilidad y caos. Recuerdo las cosas que hice en todos mis años, las hice con firmeza aún éstas acaben siendo errores. Nunca negaré mis errores; es parte de la mejora humana. Quisiera hablar un poco más de éstos individuos bípedos llamados humanos, es que hay tantos en el mundo que la sola idea de conocer al 0.005% de todos ellos me llena de ánimos. 

Pienso que el mundo cambiará cuando los humanos dejemos de comparar y nos demos cuenta que cada ser es distinto uno del otro. Es lo que nos hace únicos, diferentes, especiales e interesantes de conocer. Los momentos vividos con cada ser humano son únicos e irrepetibles, por lo mismo entonces, incomparables. Por el solo hecho de que cada momento ocurre en un tiempo distinto es suficiente para decir que no podemos poner en la balanza a dos personas. No hay que ser mezquinos, y reconocer lo que cada uno dejó en nosotros y cómo lo utilizamos ahora; sean recuerdos o lecciones.

He conocido mucha gente en toda mi vida, pero muy pocas la marcaron. Muy pocas dejaron esa huella que recuerdo hasta ahora, aún así hayan pasado los años. Sabes que alguien es importante para ti, cuando deja esa marca, por más pequeña que sea. Una frase, una mirada, una palabra, una sensación, una canción, un día en el calendario, un perfume; siempre recordarás a ciertas personas por las características que las definían. 

Podría escribir párrafos y más párrafos de esto. Pero es una fría noche de invierno y la cama se ve tan caliente ahora. 

Agradezco a todas las personas que se quedaron en mi mente más tiempo del esperado, a los que están conmigo y a los que les tocó partir; a aquellos profesores de los que no recuerdo bien sus clases, pero que con una frase me enseñaron que un maestro no sólo es alguien quien transfiere conocimiento. Por último agradecer a mi familia, que siempre está a mi costado apreciando como me convierto en hombre. Y un agradecimiento especial al amor de mi vida, a esa persona que hace 18 años tenía los dolores del parto, aquella persona que me dio todo el amor que tiene dentro, aquella pequeña persona que cuando se enfada es más intimidante que cualquier otra cosa en el planeta, aquella mujer que no quiero que se aleje de mi. Gracias mamá, te amo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Inexplicablemente Inolvidable

Espacio Blanco

Las molestias del mañana se avecinan